martes, 4 de octubre de 2011

Rasguña las piedras, hasta mí.






Se conoce como Noche de los lápices a la desaparición y tortura, acaecida el 16 de septiembre de 1976 durante la dictadura conocida comoProceso de Reorganización Nacional en Argentina, de siete jóvenes estudiantes de entre 16 y 18 años, en su mayoría militantes o ex-militantes de la Unión Estudiantil Secundaria (UES), que demandaban en la ciudad de La Plata el Boleto Escolar Secundario (BES), que había sido suprimido por el gobierno militar.
 Podrán cortar las flores, pero no detendrán la primavera.

Detrás de las paredes,
que ayer te han levantado,
te ruego que respires todavía.
Apoyo mis espaldas y espero que me abraces
atravesando el muro de mis días.

Y rasguña las piedras,
y rasguña las piedras.
y rasguña las piedras hasta mí.
Apenas perceptibles, escucho tus palabras
se acercan las bandas de rock and roll
y sacuden un poco,
las paredes gastadas
y siento las preguntas de tu voz.

Y rasguña las piedras,
y rasguña las piedras.
y rasguña las piedras hasta mí.
Y si estoy cansado de gritarte ,es que sólo quiero despertarte.
Y por fin veo tus ojos
que lloran desde el fondo
y empiezo a amarte con toda mi piel.
Y escarbo hasta abrazarte
y me sangran las manos
¡pero qué libres vamos a crecer !.

Y rasguña las piedras,
y rasguña las piedras.
y rasguña las piedras hasta mí.
Y rasguña las piedras,
y rasguña las piedras.
y rasguña las piedras hasta mí.

Extracto del testimonio de Pablo Díaz, único sobreviviente de "La Noche de Los Lápices".

Por último, si me lo permiten, y luego de 

haber hecho el esfuerzo de haber pasado por momentos de gran emotividad, lo único

que quiero relatarles es que me hice muy amigo en un determinado momento de Jack

Fucks, un sobreviviente de Auschwitz, que decía que el hombre es potencialmente
bueno y potencialmente malo. Nosotros nos miramos en el horror, sabemos del horror

y en virtud de que muchos quedaron, siempre digo que nosotros fuimos los que les

soltamos las manos a los compañeros ausentes. Y es cierto. Tenemos sus últimas

miradas, sus últimas voces, sus últimas alegrías, sus últimos estados de depresión, sus

últimos gritos. Y nos han dejado la virtud de que lo que conocimos de ellos

indudablemente era la parte potencialmente buena del hombre, y de nuestros

represores la parte potencialmente mala del hombre. No hay nada mejor que juzgarlos

o condenarlos, porque es lo que siempre va a controlar esa parte mala del hombre.

El hombre para mí siempre ha representado un bicho raro, por cómo se ha adaptado a

la miseria, por cómo fue hombre en la miseria, y en el Juicio de castigo a los culpables

la responsabilidad mía, de  andar testimoniando, no es agradable pero es justa. Y la responsabilidad- perdónenme- que  tienen ustedes, los jueces no es la impunidad sino

el castigo. Los buscamos porque los extrañamos mucho. He dicho todo lo que tenía

que decir.




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